DIARIO DE UNA REPORTERA SECRETA – Paterna (Valencia)

Por Marta Pich
Paterna, 26 de agosto de 2010

Tras girar por distintas ciudades del entorno de Madrid y después de una escapada fugaz a Mallorca, el próximo destino de la gira de Los Secretos apuntaba hacia Levante. Paterna, a escas …os kilómetros de la capital valenciana, era la ciudad escogida. En esta ocasión, viajé por mi cuenta en tren. Me pregunto por qué en los trenes hace tanto frío en verano, teniendo en cuenta que la temperatura exterior rozaba los 40 grados. Así que imaginaros el contraste térmico cuando llegué a Valencia a la 1 de la tarde. En la calle el asfalto parecía derretirse. Cogí un taxi y me fui directo al hotel. En plena ola de calor, lo de hacer turismo lo dejé para otro día. A la hora de comer evité tener que andar bajo ese sol de justicia y me quedé en el restaurante que estaba pegado al hotel. Cuando ya iba por el postre apareció el staff del grupo, que acababan de llegar de Madrid. Aunque a ojos del gran público queda un poco a la sombra, merece la pena resaltar la importancia de su trabajo. Forman parte de la gran familia de Los Secretos, pero pocas veces somos conscientes que su papel es crucial e imprescindible para que todos podamos disfrutar de los conciertos en las mejores condiciones. Son los primeros en llegar y los últimos en irse. Carlos, Alvarito, Miquel y todos los demás son los artífices que el sonido, las luces y todo lo que se cuece en el escenario esté listo y en orden.

Las pruebas de sonido estaban previstas a las 7 de la tarde. En esta ocasión, el recinto del concierto estaba situado en el parking de los naranjos. Por la emisora del taxi que me llevó hasta allí oí cómo comentaban que esa noche Los Secretos actuaban en Paterna, así que el concierto parecía estar en boca de todos. Mientras me acercaba hacia al escenario, dónde Santi ya estaba probando sonido, protegido del sol por una pequeña carpa, me paré un momento a curiosear en el puesto de merchandising. Si hace unos días en El Escorial pedíamos a gritos ropa de abrigo, apostaría que esa noche en Paterna las bufandas y los gorros que estaban expuestos no tendrían mucha salida. Poco a poco fueron subiendo al escenario el resto del grupo. Hacía un calor asfixiante y cada uno se aliviaba cómo podía: gorras, gafas de sol, camisas desabrochadas y agua a discreción. Des del escenario la vista era de lo más variopinta: carreteras en ambos lados, el velódromo y la feria de muestras de Valencia cómo telón de fondo y los aviones que sobrevolaban la zona por la proximidad del aeropuerto de Manises. A las 8, una vez terminadas las pruebas, nos fuimos hacia el hotel. Quedaban muchas horas para poder descansar antes del concierto, pero primero cenamos. ¡Y qué cena! Aunque no es habitual, nos pusimos las botas en un bufet libre de cocina asiática. Álvaro es un gran amante del sushi.

Hasta pasada la medianoche no salimos del hotel. Para llegar con la furgoneta hasta el escenario tuvimos que esquivar a la gente que se amontonaba en la carretera paralela al parking. Era la 1 de la madrugada cuando Los Secretos subieron al escenario, pero a pesar de la hora, la sensación de bochorno no nos abandonaba. Los chicos sudaron la gota gorda. Incluso Ramón, el hombre impasible que nunca suda, quedó empapado. En las primeras filas el público se aliviaba cómo podía con abanicos porque, entre las altas temperaturas y que no paraban de cantar y bailar, eso parecía una sauna. Entre las joyas musicales de la noche, “Margarita”, que han incorporado recientemente al repertorio. En Paterna, Álvaro dedicó unas bellas palabras al público “vosotros sois las estrellas”. Más allá de la calidad musical siempre queda la humildad y el trato exquisito que el grupo da a su público. Esa noche también estaba con nosotros nuestra amiga y webmaster Alicia Querol.

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El concierto llegó a su fin pero el bochorno persistía. Después de reponerse un poquito en el camerino, los chicos salieron a atender a los incondicionales que habían ido a verles y que no querían irse a su casa sin antes saludar al grupo. Pasadas las 3 de la madrugada, cuando por fin empezábamos a respirar una temperatura más o menos agradable, llegó la hora de irnos. Al recoger las cosas en el camerino vi que entre el catering había una gran paella valenciana y, a juzgar por la cara de Álvaro al probarla antes de irnos, debía de estar deliciosa.

Al día siguiente, de vuelta a Madrid, partida de mus en la furgoneta con Jesús y Santi como vencedores. A mitad de trayecto Álvaro atendió una entrevista telefónica y aprovechamos para parar en un área de servicio. Casualidades de la vida, sin darnos cuenta estábamos en el Hotel Dilamor.